sábado, 19 de enero de 2008

La bendición con la Cruz de los Ángeles



Miles de fieles recibieron en la Catedral de Oviedo la bendición con la Cruz de los Ángeles La reliquia salió excepcionalmente de la Cámara Santa con motivo del inicio del jubileo




El nuncio Manuel Monteiro, durante la ceremonia de apertura del año santo, con la Cruz de los Ángeles sobre el altar mayor de la Catedral.




Nadie recordaba tanta gente en la Catedral como la congregada el domingo 13 de enero de 2008 en la solemne apertura del año santo de la Cruz. Todos los bancos y las sillas auxiliares colocadas en las naves laterales se ocuparon y el espacio que quedó libre entre ellas fue tomado por cientos de personas que durante dos horas permanecieron de pie atentas a la solemne ceremonia y a la espera de recibir la bendición del nuncio del Papa con la Cruz de los Ángeles. Ése fue el momento más emocionante de la celebración, que reunió en Oviedo a una decena de obispos y en la Catedral a autoridades civiles de todo signo y a personalidades de ámbitos muy diversos.

La misa presidida por el nuncio papal Mons. Manuel Monteiro, con el presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Ricardo Blázquez, a su izquierda y el arzobispo de Oviedo, Mons. Carlos Osoro, a su derecha, comenzó a las cinco de la tarde, pero fue casi dos horas después, hacia las siete, cuando se produjo el acontecimiento más sobresaliente y excepcional de la ceremonia.

A esa hora, ya acabada la eucaristía, la Cruz de los Ángeles entró en la nave central de la catedral de San Salvador en manos de su deán, Ángel Pandavenes. Le precedían siete seglares, con siete pequeñas lámparas de barro encendidas -símbolo de las siete Iglesias del Apocalipsis y, por consiguiente, de la Iglesia universal, según explicó una voz desde el altar-, y tras él caminaban dos canónigos, José Franco Baizán y Benito Gallego, portando un cetro cada uno.

El deán depositó la Cruz de los Ángeles sobre una peana disimulada en una corona de laurel, sobre el altar, y la Schola Cantorum, dirigida por el maestro de capilla Leoncio Diéguez, entonó el himno «Victoria tu reinarás», que secundaron los fieles.

El acto de exaltación de la Cruz duró unos minutos, y al acabar el nuncio la tomó entre sus manos y la utilizó para bendecir los cuatro puntos cardinales, empezando por el Este. Al acabar, el deán y los canónigos volvieron a conducirla hasta la Cámara Santa, esta vez acortando el camino y saliendo directamente desde el altar hacia el crucero.

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